domingo, 11 de marzo de 2012

Capítulo 7 - Ideales

Previo: Por recomendación del autor, se recomienda leer el capítulo con la canción Open Arms, que le viene como anillo al dedo, pese a que el texto fue de inspiración espontánea.

Tierra húmeda, vegetación selvática, un cuerpo peludo, de contextura media; un cuerpo lampiño, con figura femenina; miradas que se entrecruzan, elásticos tensionados que terminan por romperse, catarsis sin censura ni freno, salvo claro, el ritmo que imponen ambos individuos. Ahí estás tú, ahí estoy yo. 

- ¿Por qué sonríes? - pregunta curiosa, después de mirar a través de mis ojos y percibir lo especial del momento
- No lo tomes como una cursilería, pero aún me queda darme un pellizcón para saber si esto es real - sonrío con ternura

Unas manos se apoderan de tu pelo, recorren tu cabeza, palpan con ese sensible tacto esos cabellos tuyos que me parecen tan lindos como fantásticos. Tus manos, en tanto, se posan como mariposas en mis mejillas, sostienes mi cara y se siente caer el rocío de la mañana en forma de besos suaves. Mi corazón, que pocas veces se sobresalta, bombea más sangre de la normal, al hombre de la escena se le ruborizan las mejillas al mismo tiempo en que ella, cariñosamente, le dice que lo ama desde hace mucho tiempo, que pese a la distancia y a no haberse visto hace tanto, de todas formas siempre lo quiso, siempre quiso tenerlo entre sus brazos y no soltarlo jamás.

- Lo único que lamento de esto es que nunca sabrás la miel que mana de tu boca, me encantas - digo antes de besarla ya con pasión previamente reprimida, con ansiedad.

Tenía miedo de que pensaras que te trataba bien y escuchaba tus problemas, inquietudes y tonterías solo porque te deseaba, en realidad, al principio me parecías una mujer más, una amiga con la cual pasar el rato y descansar, pero te fuiste volviendo especial, seguía tratándote igual, pero cierto deseo iba apoderándose de mí, no deseaba tu cuerpo, no deseaba besar esa boca tan linda que tienes, aunque ahora creo que me volveré perdidamente adicto a ella. Solo deseaba verte sonreír, poder ser esa persona a la cual acudes primero para conversar, tenerte entre mis brazos y no tener que reprimir un profundo suspiro por la emoción que me significa tenerte a mi lado, sentir de nuevo cómo respiras, cómo late tu corazón y la suavidad de tu piel.

Se besan con los ojos cerrados, se dan esa hermosa pausa para disfrutarse, se gustan, se palpan, se oyen; no importa la humedad de la tierra que se pega en los pelos del muchacho, ni tampoco la brisa fría que pudiese incomodar a la angelical forma de la niña. Eso no formará parte del recuerdo de su primera vez, menos considerando los años en que se conocen y lo especial que son cada uno para el otro.

- Eres tan hermosa, y pensar que nunca te lo había dicho, pero lo eres - le susurro en el oído, para luego besarla en el cuello e ir bajando

No lo recuerdan, pero la emoción que llevan va mucho más allá del mero acontecimiento que están viviendo, sienten unas cosquillas en el estómago cada vez que recuerdan esas noches estrelladas, a la luz de la luna y de una fogata, conversando de sus sueños, imaginándose que viajaban a la luna y contemplaban toda la Tierra o que tenían alas y podían volar adonde quisiesen solo con proponérselo, ambos supieron que se pertenecerían mutuamente cuando se abrazaron por primera vez y se quedaron estáticos mientras el mundo seguía girando. 

"¿Y por qué siempre me decías que era tu mejor amiga si lo que querías era otra cosa?" se pregunta en su mente, si supiera que así fue desde un principio pero que, entre tanto buscar alguien que pudiera complementarlo y quererlo, el muchacho que ahora le abraza comprendió que ella era la única con la que realmente podía ser él mismo. Así mismo, desde que se alejaron y dejaron de conversar seguido, su imagen dejó de tener esa sacralización anterior, terminó volviéndose una mujer común y corriente para él, un recuerdo especial, una anécdota en el camino. En su momento había elegido quererla como amiga para no perderla, pero al final tuvo que despedirse igual de ella. "De haber sabido esto, mejor la hubiese amado como la mujer que es y quizás la hubiese tenido conmigo hasta hoy, yo quería tenerla cerca siempre" pensaba yo, antes de que nos reencontráramos.

Ambos terminan abrazados, desnudos en medio de la naturaleza, algo ruborizados y jadeantes, pero por sobre todo, felices. No tienen ni tuvieron necesidad de actuar, de fingir, de reprimirse; se conocen desde hace mucho, con solo mirarse saben lo que el otro siente, no prejuzgan al otro por sus ideas, se aceptan dentro del universo de diferencias que tienen. 

- Te amo pequeña, me siento tan feliz de que me hayas elegido a mí entre tanta gente - susurra el hombre 
- Y yo, porque por fin pude demostrarte lo que... 

Eso sería lo ideal, creo que la fantasía sexual más hermosa que he tenido ha sido hacer el amor con quien pensaba que era mi mejor amiga. Antes me sentía algo culpable cuando recurría a este sueño para sacarme a alguien de la cabeza, como si ella fuese una vara con la cual comparar o, peor aún en esos momentos melancólicos, considerarla realmente como algo más que un mero amor platónico y desear, en el fondo, que algún día seamos más que simplemente amigos. De que sirve, sirve; lo lamento Valentina, contigo no podría ser yo mismo, tendría que coartarme, aquí el problema no eres tú, pero tampoco soy yo, solo que no eres para mí, hasta que no llegue alguien que saque de mi cabeza a la muchacha hermosa que soñé, seguiré siendo soltero...creo que ya debería dejar de andar buscando a otras mujeres, cinco años perdidos y que podría haber disfrutado con ella. Quizás mañana, mejor tarde que nunca. La única lucha que se pierde, es la que se abandona.

sábado, 18 de febrero de 2012

Capítulo 6 - Evasión

- Cuando tengas que tomar una decisión importante, evádete, vete a otro lugar, yo me iba a caminar por la línea del tren... distráete, después de hacer eso, las respuestas te saldrán solas - dijo mi papá hace años (o algo así fue)
- ¿Y si no necesito evadirme? - pregunté con ganas de molestar
- Igual vete, es entretenido conocer lugares - se rió

Creo que es lo mejor, quedarse en la casa es sinónimo de prender la televisión y mirar vacíos. La gente critica muchas veces que la tele está fome, pero igual la prende y se queda embobada con lo que dan. La radio me gusta a veces, pero dejo esas experiencias para ciertos días especiales. La otra entretención posible es leer diarios viejos, candidatos a resguardar el comedor de alguna mancha de pintura cortesía de mi hermanita Andrea, que le gusta hacer cuadros y dibuja; también estar en la casa significa acostarse y agonizar de calor, cruzar los dedos para que pase el furgón que vende helados en el pasaje (porque camioncito, como en Estados Unidos, acá nunca ha existido)...o, claro, hacer esas cosas que tu mamá te pide que hagas cada vez que le dices "estoy desocupado". Viéndolo así, es mejor salir a alguna parte. Mi evasión justamente es esa: caminar, viajar, sacar fotos y ver medios de transportes.

Recuerdo que un compañero de curso, cuando era más pequeño, me dijo: "cómo malgastas una cámara sacando fotos de micros...", meses más tarde me vengué en una pichanga dándole un buen planchón. "Fui a la pelota", dije. Ahora quizás lo hubiese ignorado y me hubiese dado igual, hay tantos gustos incomprendidos. Por ejemplo, yo sé de gente que sabe el nombre de los árboles y de las flores, y uno ve tantos diferentes y no sabe cómo llamarlos. Otro sabe de insectos y viajan solo para poder verlos. De igual manera en que a mí me gustan los transportes, otros saben de tipos de telas, algunos sobre monedas y billetes y así, a la larga es la diversidad lo que hace entretenido al mundo.


Al menos durante un día de la semana, al principio por obligación y después por gusto, acompaño a Daniela mientras trabaja de conductora. Cuando estaba en el colegio, la acompañaba los viernes porque sabía que era un día más pesado, para que no andara sola con tanto pasajero hueón que se sube. Lo bueno es que ella no se calienta la cabeza, deja que los viejos hablen solos. A veces lleva radio y se la pone al bus, por lo que se evade con la música. Otros días converso con otros conductores o con ella también, es entretenido poder conocer gente, saber de otras realidades e inundarse con las cosas positivas de la gente.

Valentina es loca y, cuando digo loca, la palabra "loca" no alcanza para describirla (aunque puede que esté exagerando). Quiere aprender a manejar, le encantaría tener un auto de esos lujosos. Su sueño es tunear algo y participar en las carreras clandestinas, ojalá ganar y tener a todos los participantes a sus piececitos (porque es chica), sentirse poderosa, tener a todos comiendo de la palma de su mano; también me ha dicho que quiere tener una moto, ponerse lentes de sol y recorrer Chile de punta a punta, como motoquera. Es bien ambiciosa y ...loca, normalmente yo hubiese huido ante los primeros indicios, pero me parece tan niña chica aún que me provoca ternura, a pesar de todas las desastrosas ideas que tiene, no la tomo en serio (o intento no hacerlo), pienso que son caprichos que nunca cumplirá.

Hay gente que idealiza sobre lo que tiene que tener su pareja o cómo les gustaría que fuera (especialmente cuando aún no han tenido una), que fuera tierna, que no molestara con sus idas al centro comercial, que dejara ver fútbol tranquilo...yo solo quiero alguien a quien no me cueste tanto aceptar, que ojalá no me inspire sentimientos encontrados. Ahora, ese deseo se ve tan lejano, creo que Valentina es de esas mujeres que te ofrecen intensidad, harta pasión y energía, pero que no te da estabilidad o proyección. Algunos las tildarían como "mujeres para estar un rato" y creo que tienen razón, a menos que uno se someta, el disfrute de una relación así es solo un corto lapso: el primer tiempo. De todos modos, me siento extraño con ella, como que quiero huir y no puedo, me hace tanto reír con su vocecilla y las tonteras que habla, por momentos quisiera alejarme pero no puedo, es como si quisiera vivir eso: meter la pata, equivocarme, ser suyo, tener un amor intenso, pero fugaz. Otros prefieren entregarse y ya, disfrutar hasta que termine todo y levantarse, pero yo no soy así.

Uno siempre dice que los problemas hay que enfrentarlos y abordarlos directamente, pero soy medio cobardón cuando se trata de mujeres, me cuesta decirles que sí, me cuesta decirles que no, me cuesta decirles que no sé, solo me dedico a evadir.
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(1) Pichanga: partido de fútbol. En los colegios chilenos -especialmente de hombres- a menudo se juegan partidos de fútbol en los recreos. También se les llama pichangas a los partidos informales o de grupos de amigos.
(2) Piluchas: desnudas o con poca ropa.
(3) Hueón o huevón: es una palabra súper común en el vocabulario del chileno. Tiene varios matices, puede ser amigo (caso más positivo) hasta imbécil o algún improperio adicional (caso más negativo).
(4) Cabra: en Chile se suele usar a menudo para decir niña. En niños, se dice cabro.

viernes, 3 de febrero de 2012

Capítulo 5 - Sencillez

Discutir por una estupidez, eso es lo que me duele. Me da lo mismo si le dolió (en realidad no, pero no me preocupa tanto); me da lo mismo si en realidad me gusta y después de esto se quiera alejar (pues lo asumo como lo más probable); tan solo me gustaría dejar las cosas claras, volver a mentirle y decirle que fue un lapsus, que me pilló en un mal momento y que me disculpara por haber estado de tan mal humor. ¿Acaso uno no puede tener un mal día?

Mi mano tiembla en el teléfono, ¿marco el número o no lo hago? Son las cinco de la tarde, quizás esté tomando once; o debe estar con su papá mirando alguna película. Puede que, por la hora, justo haya querido ir a pasear por allí y no esté en casa, ¿y si mejor llamo después? ¿No será más sensato? ¡Ya basta cobarde! ¡Llama! ¿Qué pierdo con llamar? Nada, solo plata, unos molestos sonidos del teléfono y quizás un virtual telefonazo en ciertas partes. ¿Y qué gano con llamar? Más que no haciendo nada y quedándome como estúpido frente al teléfono. ¡Ya! Cierra los ojos y marca.

Suena el teléfono, suena, suena, suena y suena. ¡Arrgh! ¡Ya voy! Maldito celular.

- ¡Aló! ¿Cómo estás? - suena una voz 
- Bien, ¿cómo estás tú? - digo en voz baja
- Bien, supongo, haciendo lo de siempre, ordenando la casita, tú ya sabes - dice intentando quitar la tensión de por medio
- Oye, mira, quería saber si tenías un día disponible en la semana, es que quiero conversar contigo - digo intentando suavizar la voz
- El martes puedo, ¿pero de verdad es necesario? - comenta intentando evadir la conversación
- Sí, creo que tenemos una conversación pendiente tú y yo, ¿te tinca si almorzamos juntos y de ahí conversamos? - propone 
- Me parece bien, ¿de verdad te gusta esa idea? - digo para que después no se ande arrepintiendo
- Sí, vamos a conversar - dice intentando sonar alegre.

Arreglar las cosas es una necesidad. Es curioso que, por una pequeñez, por una que otra palabra (¿y qué son las palabras al fin y al cabo?), ciertas estructuras se vayan desmoronando. La gente se esmera en construir una imagen, en formar una especie de edificio corporativo, pero son los detalles los que al final nos identifican, los que nos hacen ser quienes somos, a la larga ellos son nuestra firma. Lo mejor de todo, es cuando no somos conscientes de esos detalles, de esas pequeñeces, cuando acertamos en vez de estar aumentando la tensión. Más de alguno habrá sentido alguna vez que cae sobre él una bola de nieve, una suma de pequeñas cositas que van volviéndose tan molestas como las piedras en los zapatos. Si tan solo la vida fuera más fácil y se pudieran quitar esas piedras olvidándose de que alguna vez existieron. Pero, ¿para qué malgastar tiempo pensando en cosas que nunca sucederán?


Santiago en verano es caluroso, pero no deja de ser bonito, especialmente cuando falta mucho todavía para poder ver el mar en familia. La gente huye de la ciudad en verano, toma sus autos y se va a lugares más frescos, se va de vacaciones al Litoral Central, que es el destino turístico por excelencia de la clase media; otros van a Valparaíso y Viña del Mar, mientras que los más ricos se quedan en balnearios como Reñaca, Maitencillo o Zapallar, ¿pero qué barbaridades estoy diciendo? ¡Si los más ricos aprovechan lo que tienen (yo también lo haría) para conocer el mundo! En todo caso, nunca pero nunca podrán compararse con los mochileros europeos...hacer Sudamérica completo en un par de meses, estar en las más hermosas partes de América Latina de un paraguazo, ¡en un viaje! Hay veces en que me gustaría poder conocer tanto en tan poco tiempo, pero como que no me da para ser mochilero; soy algo quisquilloso a pesar de no tener ni dónde caerme muerto. Por cierto, no me interesa ir a Europa.

Yo conozco Santiago, sería arrogante decir que conozco cada uno de sus rincones y esquinas, pero he visto mucho. Hay gente que la odia, que le dice Santiasco, que solo encuentra en sus calles colores grises, sin embargo, muchos de ellos apenas viajan de la casa al colegio (o trabajo) y del trabajo (o colegio) a la casa. Es triste ver cómo la propia gente de la ciudad ignora su belleza, aunque la belleza es un parámetro subjetivo y depende de lo que alguien llame "bello". Para mí, un cuadro de pintura puede ser tan abstracto como fome, mientras que para alguien que sabe de arte, puede que sepa apreciar la belleza que hay dentro de él y esbozar una sonrisa.

Santiago es lindo para quien quiere conocerlo, aunque puede que yo no sea la persona más idónea para decirlo, estoy algo enamorado de la ciudad que me vió nacer, que me ha visto (y hecho) crecer. Me encanta caminar por sus calles, oír el sonido acompasado del andar de los buses articulados, escuchar los pasos inquietos de las personas que andan en el paseo Ahumada, agradecer que no estamos plagados de rascacielos, poder ver algo verde cerca del centro de la ciudad, tener un Metro limpio, saber que no somos conocidos por tener una farándula internacional. Me gusta porque la encuentro tranquila.


Creo que soy alguien sencillo después de todo, digo creo porque uno cree tantas cosas de uno que bien pareciera un autoengaño inconsciente el querer atribuirse una cualidad. Me agrada poder caminar o tomar micro, sin rumbo fijo, y sorprenderme con las cosas que veo. Es una lástima que a Valentina no le guste caminar, que odie andar en micro, ella adora los autos y ropas caras, además de ser algo ambiciosa (¿Por qué tiene que ser tan diferente?). Sencillez no es una palabra que vaya de la mano con ella.
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Modismos o frases chilenas:
1) Tincar: presentir, intuir. En este contexto "te tinca" se usa como "te gusta, te apetece".
2) De un paraguazo: de una sola vez.

miércoles, 18 de enero de 2012

Capítulo 4 - ¿Me gusta?

Valentina es un nombre que se ha repetido en mis oídos constantemente en el último tiempo y no es que tenga muchas compañeras que tengan ese lindo nombre (cosa que sucede muy a menudo en Chile). No sé cómo podría definirla ni qué es lo que siento, sé que a veces me pongo celoso cuando me habla demasiado bien de otros hombres que conoce -aunque intento disimularlo de manera que no lo note- o cuando le da por ignorarme. Si es que está tanteando para saber si es que hay interés por parte mía, esa actitud solo hace que me den ganas de huir (no creo ser el único); y si es que no, me fastidia bastante e intento quedarme callado de todas maneras.

Las pocas veces que he tenido contacto físico con ella, ya sea tocarle un brazo o empujarla para molestarla (¡que amable de mi parte!), no siento nada fuera de lo normal, su piel es muy suave pero... es tan suave como la de cualquier mujer de 21 años (sí, me gustan de mi edad o mayores). Al mirar su rostro, que es bastante lindo por lo demás, no me provoca nada más allá de oler el perfume que trae (¿es que siempre tiene que oler bien?) y, si es que fuera algo más atrevido, depositarle un beso suave en su frentecita... y más abajo también, pero es una vaga idea, no un deseo que cueste reprimir.

Verla me pone contento, pero también me molesta cuando sabe que nos vamos a ver y llega con la cara deshecha (especialmente cuando uno se dio hasta el trabajo de buscar un baño público en el centro para lavarse la cara, echarse colonia y peinarse decentemente para dicho encuentro, cosa bastante excepcional por lo demás). De todos modos, intento tomarle el lado positivo, qué mejor muestra de confianza de una mujer que dejarse ver así. Muy linda será, pero se nota a lo lejos cuando una mujer salió apresurada y ni se peinó. Ahí se me cae la teoría de que puedo gustarle, ¿por qué me dejaría verla así? El detalle de cómo se vea en realidad no es algo que me importe mucho, seguirá pareciéndome linda, pero detrás de cada acción hay algo que se quiere comunicar y las mujeres no dejan tantas cosas al azar. Eso me intriga.


Creo que se me ha insinuado un par de veces, especialmente cuando me conduce los temas hacia lo que es ser pareja, las cosas que busca en un hombre y las cosas que le gustaría vivir con alguien. Nunca sabré si una mujer hace eso para que uno intente ceñirse por ese ideal, simplemente lo hace para probar hasta dónde estás dispuesto a quemarte y ver lo que deseas o porque es solo un tema más, de todos modos es mejor no mentir a la hora de responder que es lo que uno quisiera vivir, no hay nada peor que formarse una máscara para satisfacer a otra persona. ¿Te imaginas decirle a alguien de clase alta: "me gustaría tener un Audi o un Land Rover como mínimo" y después comentarle a otra persona de clase más modesta: "yo me conformo con un Nissan V16 o un Suzuki Maruti"? Da igual lo que piense la otra persona -siempre hay excepciones-, o se va de frente o se evade la respuesta en caso de que sea incómoda.

De cualquier manera, nunca dejará de ser desconcertante hablar de un tema como ése, especialmente cuando uno dice que le gustan las mujeres tímidas, sutiles, amables, trabajadoras, ordenaditas y de bajo perfil (lo que es verdad, me encantan) ...y uno termina pensando en que puede gustarle alguien como Valentina, una mujer sociable, inteligente, algo malcriada, posesiva, loca, simpática cuando quiere y algo ingenua. En una alegoría, nos complementamos bien, yo contengo sus impulsos y su energía, en tanto que ella me va instando a traspasar ciertos límites, a hacer cosas. Es como si ella fuera fuego y, cada vez que me roza, me dijera "quémate conmigo". Nunca pensé que la frase "los opuestos se atraen" me podía llegar, para variar la vida me vuelve a enseñar que los "nunca" no existen.

No sé mucho de sus sentimientos, aunque puede que la culpa sea mía por no andar pendiente de eso (esto suele suceder muy a menudo). Aún recuerdo cuando salimos y me dijo que si le gustaba el nuevo peinado que traía (y yo que pensé que se veía igual que otras veces), obviamente le dije que sí pero por dentro seguía preguntándome qué era lo nuevo que traía. No sé si serán detalles demasiado sutiles o yo soy el ciego que no ve esas cosas (puede que sean las dos, pero más la segunda).

Hay veces en que hubiese querido que fuera más directa, con un poquito más era suficiente, para saber qué camino es el que quiere tomar. Que buscara ese contacto, ese roce de manos, de brazos, ese tocarse que es tan lindo y tan sutil como forma de provocación, digo buscara porque yo lo hacía pero como que no duraba mucho y ella no me seguía el juego. Me hubiese gustado poder abrazarla, pero solo pude canalizar ese deseo de roce empujándola y botándola al suelo para luego reírme de ella (peor es nada). La verdad es que me habría bajado toda la ternura reprimida si es que la hubiera abrazado y no sé, no me imagino abrazándola, aunque hubiese sido bonito. El punto de la cuestión es, ¿hasta cuándo resistir y reprimirse? Siempre me pregunto cuándo será el momento de cortar el elástico y comenzar con la catarsis, hacer ciertas cosas, decir ciertas palabras, hacer ciertos cariños sin temer a que la otra persona los malinterpretará, o peor aún, que con la costumbre vaya a pedir más y el elástico termine por romperse generando ese sentimiento de "me gusta".


Podría decirse que me siento débil al demostrar mis sentimientos, no es que me dé vergüenza, pero el solo hecho de dejar una pista hace que me sienta mal, la imagen mental que hago es como si estuvieran dos personas juntas en una cita romántica previa a la declaración y él llevara un cartel grande que dijera "Me gustas, te deseo con intensidad y te pido por favor que me aceptes...te quiero", en otras palabras, algo nauseabundo y estoy seguro que ante tal jugada, lo único que conseguirá el pobre hombrecillo es que le digan "te quiero mucho, pero como amigo" o que ella pierda todo el interés (aunque el público femenino quizás suspire por lo arrastrado de la propuesta, dudo que funcione). Odio sentir que me estoy declarando cuando apenas estoy cambiando mi forma de mirar a una persona.

Antes veía o pensaba que alguien quería conquistarme (suena tan estúpida esa palabra, pero es por ponerle un nombre) y le seguía el juego, el solo hecho de pensar que yo le podía gustar hacía que me pareciera diferente, su pelo se veía más lindo, su cara se volvía más graciosa, su voz adquiría una dulzura sin siquiera haber cambiado en nada, pero muchas de esas veces solo fueron ilusiones estúpidas, cosas que yo veía pero que no eran tal. Ahora, es como si me pusiera una venda en los ojos, no veo esas señales y, si las veo, no las creo. Jugar a seducir o a que te seduzcan es divertido cuando quieres jugarlo, se vuelve como comer chocolate, algo intrínsecamente exquisito, pero que se disfruta más cuando se da el tiempo de saborearlo; el problema es que hace tiempo perdí las ganas de jugar ese tipo de juegos, ya no me interesa, hasta cierto punto creo que me da igual si me gusta alguien o yo le gusto a alguien, en cualquier caso, sea lo que sea, es poco probable que haga un movimiento o desnude una parte de mis sentimientos. Me siento cómodo viviendo mi vida sin compartir con "nadie", saliendo con amigos, haciendo mis paseos y preocupándome de mi familia, no obstante, sé que no es para siempre. El ser humano nació, al igual que las demás especies, para procrear. Algún día tendrá que gustarme una mujer,  podré tomar estos pensamientos, meterlos en un baúl y hacer como que nunca existieron.

lunes, 16 de enero de 2012

Capítulo 3 - Cable a tierra

Si hasta el día de hoy ignoro mis sentimientos, después de meses y meses saliendo a pasear junto a Valentina, se debe a dos razones: la primera es que no quiero saber lo que siento y, la segunda, no lo veía como algo urgente. Cuando era pequeño, era demasiado evidente en la situación de que me gustara una niña, buscaba en mi interior qué era esa sensación que me provocaba, se lo decía abiertamente y, en realidad, no le tenía mucho miedo al fracaso porque nada de eso me importaba, con nueve años no me iba a poner a llorar porque ella prefiriera jugar con muñecas Barbie, eso estaba más que asumido. Pero ahora, saber si me gusta alguien o no realmente no es mi prioridad.


Un tren por fin se asoma e interrumpe mis pensamientos, los rieles comienzan a sonar, me aparto y veo cómo pasa el gigante de acero, la serpiente de ruedas, dando bocinazos no sé si para saludar o para retarme por estar cerca de la línea. Continúo sobre mis pasos hasta llegar a la avenida, camino hacia el paradero mientras mi boca suplica por una dosis de agua, jugo o bebida y yo solo puedo tragar mi propia saliva.

Busco sombra en el paradero, pero el lugar donde logro resguardarme del sol no sirve para ver si el bus viene (¿a quién no le ha pasado esto?), así que me veo obligado a sentir calor en mi piel. Pasan algunos autos y de la nada se asoma la máquina que estoy esperando. Extiendo mi brazo en una acción mecanizada, dejo que el dedo índice marque mi petición silenciosa. Cierro los ojos por un breve instante y suena cómo el bus va frenando. Abre la puerta, subo.

- Buenas tardes - digo al tiempo en que paso la tarjeta por el validador.

Avanzo, el bus casi no tiene pasajeros (ya todos han de haberse ido). Elijo un asiento, me siento y el silencio me invade. La gente cree que el silencio corresponde a cuando no hay ningún sonido, pero nuestros pensamientos no emiten sonidos y rompen el silencio de todas maneras. El silencio me agrada, pero lo vivo pocas veces a pesar de que calle la mayor parte del tiempo. 


No es tiempo de pensar, el motor suena, las ruedas avanzan y toda esa poesía se desata, para otros oídos será el molesto sonido de un bus andando, para mí, será mi cable a tierra. Próximo destino: mi casa.

viernes, 13 de enero de 2012

Capítulo 2 - Inconclusas

Nada saco con andar preguntándome esas cosas, al menos, no mientras no estés enfrente mío. Antes me torturaba especulando sobre las situaciones, me desvelaba por las noches pensando en las opciones que hay (y que siempre son las mismas). La primera y más optimista, es la situación en la que te gusto y me lo dices. La segunda, es la situación en la que te gusto y no me lo dices. La tercera es tan predecible como las dos anteriores, no te gusto y me quieres como amigo, la cuarta es que no te gusto y no me quieres ni como amigo, mientras que la quinta es otra discusión y volver a tener las cinco opciones anteriores presentes, o sea, el problema no se enfrentó y quedará para otra ocasión.

Más de alguna vez soñé que estaba con esa otra persona conversando y le exponía mis dudas, popularmente se diría que le abría mi corazón, pero lo tenía adentro bombeando sangre y en mis sueños no suelo portar un bisturí como para abrirlo. No obstante, fuera de esa fome ironía, podría decirse que por primera vez en años, hablaba con franqueza (en esos sueños) con esa otra persona y le decía todo lo que me pasaba. Obviamente, las cosas que ocurren en los sueños suelen ser tan fantasiosas e increíbles como las que ocurren en las películas hollywoodenses. Es cierto que quizás, en una de esas tantas posibilidades que ofrece la vida, si la gente hablara y dijera con lujo de detalle todo lo que les pasa y les atormenta la hora de dormir, viviríamos más felices y las demás personas podrían ayudarnos a tratar aquello que nos duele o nos molesta. Pero, lo único cierto es que todas esas cosas podemos hablarlas a ese nivel con tres seres: contigo mismo, con Dios (si es que crees en él) y con tu perro.

  
Hablarlas con el perro para muchos es una terapia, yo no lo hago a menudo porque el fresco solo saca la lengua y jadea, pero sirve para desahogarse o eso dicen. Nunca he hablado con otra persona en ese nivel y creo que no va a pasar, por lo que evito en lo posible todas esas ensoñaciones -ya sean despiertas o mientras duermo-, hay otras formas de saber qué es lo que te pasa y las respuestas que necesitas.

De hecho, en esta ocasión no es ni siquiera tan importante cuáles sean tus sentimientos hacia mí ni la forma en que vayas a jugar con ello. Es cierto que duele y lastima cuando no sabes lo que siente esa otra persona, pero es mucho peor cuando ni tú sabes lo que sientes. Algunos le llaman "confusión" a ese estado de no saber lo que se siente por otra persona, de estar evaluando constantemente -y casi tan repetitivo como cualquier ejercicio matemático- las opciones y decir que vas a hacer tal cosa para que, cuando la tengas enfrente, termines haciendo algo completamente diferente y quieras darte con una piedra en el pecho. "Que cobarde fui, no le dije lo que quería decirle...", buscas una excusa y vuelves a vivir las mismas cosas una y otra vez hasta que uno de los dos suelta las certezas necesarias como para que ambos se tomen de las manos y se besen de una buena vez, o se manden a cambiar aduciendo tal o cual excusa. 

Para mí, simplemente son preguntas inconclusas, procesos que se están haciendo y que deben hacerse en silencio. Suelo intentar que la otra persona solo sepa mis certezas, quedándome yo con las dudas y, si estoy dudando de hacer algo o de alguien, no hago nada y espero una señal antes de actuar (señal que, a veces, nunca llega y espero en vano). No es precisamente algo que recomiendo imitar, de hecho, yo mismo pienso que soy cobarde por hacerlo de esa manera, tan solo es la forma en que vivo estas situaciones.

Lo único concreto de todo esto, es que estoy caminando por la línea del tren, en todo el camino solo he visto pasar un viejo con un carro de feria y me he tropezado con algunas piedrecillas que están al lado de los rieles. No sé qué es lo que siento por ti, ni mucho menos sé qué puedo ofrecerte, solo sé que discutimos, que tengo hambre y que ando pensando puras huevadas.



Capítulo 1 - Vuelta


El sonido de las piedras es la única música que necesitan mis oídos en este solitario momento. Voy caminando cerca de la línea del tren, a pleno sol, con una mochila en mis espaldas y un polerón en el brazo. A lo lejos, veo como camina otra persona, un viejo que lleva un carrito de feria, a medida que se acerca veo que lleva un saco de papas. Nos cruzamos a una distancia prudente, las ruedas que chocan con las piedras hacen un sonido que molesta a los perros, se escuchan los ladridos desde las casas aledañas a la línea.

Son las cuatro de la tarde, antes de discutir contigo el plan era que nos tomáramos un helado a esta hora, ojalá poder sentarnos en alguna banca o en un parque y conversar. No es que me moleste la soledad o me duela tanto tu ausencia, es solo que creo que te lastimé y no lo merecías. Imagino mi vida -y la de todos- como el trayecto que hace un bus en un recorrido cualquiera. 


Las personas que entran a nuestra vida (o nuestro bus) son como pasajeros, por diversas circunstancias van entrando y saliendo, algunos se sientan cómodos y hacen que el trayecto sea sereno, otros en tanto hacen mucho ruido y comienzan a volverse prescindibles, el punto es que en general, los pasajeros en algún minuto, tarde o temprano, tendrán que bajarse del bus y éste quedará vacío. Antes me dolía que la gente bajara del bus, me daba pena no poder retenerlos, ver cómo tocaban el timbre de parada y tenía que abrirles las puertas (porque sino, después se molestan y gritan como desaforados). Por el retrovisor veía con tristeza cómo, ya en la vereda, hacían parar otro bus y no los veía más. 

Después comprendí que la gente no siempre se va porque quiere, si no porque así son las circunstancias, cada uno tiene que tomar distintos caminos, la vida es así. No obstante, todas esas promesas de amor, de amistad, de compromiso, de compañerismo; todas esas palabras y esos "contarás siempre conmigo" se desvanecieron, perdieron su valor. Por eso mismo, ya no prometo nada ni digo que seré el mejor amigo de todos, no puedo reclamarle a otras personas sus promesas cuando yo tampoco cumplí las que hice. 

Ahora tan solo intento que pasen una buena estadía dentro del bus, ojalá mantenerlo limpio y con algún aromatizante para que se sientan bien, ser amable con ellos y quererlos aún sabiendo que después se irán, que volarán de la misma forma en que un hijo deja el nido. Pero, ese desapego, ese querer sabiendo de antemano que la otra persona se irá (o asumiéndolo), no sirve de nada cuando esa persona desea quedarse contigo.


No sirve de nada cuando quiere conversar contigo y hacer el trayecto de vuelta, cuando ella desea cambiar el letrero de itinerario y ayudarte con una escoba a limpiar lo que otros dejaron. ¿De qué sirve ser celoso de tu propio espacio si terminas espantando a esas personas que más quieren compartir contigo? Es por eso que creo que te lastimé, quizás deba darte una oportunidad, pero no sé si tú quisieras intentarlo. ¿Querrías dar vuelta el letrero y hacer el trayecto de vuelta conmigo?


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